sábado, 16 de julio de 2011

La lluvia en el retrovisor

La lluvia se escuchaba
 en el cuarto oscuro
 en el que me metiste
 a punta de besos.

-me tengo que ir-
te dije,
 al separarme de tu lengua
 que  invadía mi boca.

-Tengo que irme-
 repetía  en mi mente

pero  la lluvia no dejaba de caer afuera
y tú de lloverme dentro.

Nos empapamos sin salir de casa.

Cuando salimos
 la lluvia disimulaba sus pasos
en vano;

había dejado restos de humedad
por todas partes,
en tus labios y los míos
en la calle y en tu espalda
en tu sonrisa satisfecha
y en los cristales del taxi
al que le hiciste la parada.

Restos de tu aroma
 venían deshojándose
 de mi cuerpo.

Cuidé mis pasos
y el sonido de las llaves
de mi casa;
en vano, también

porque la lluvia
escuchó tu último aliento
entre mis piernas

y me persiguió…

hasta lloverme los ojos.


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