sábado, 16 de julio de 2011

La lluvia en el retrovisor

La lluvia se escuchaba
 en el cuarto oscuro
 en el que me metiste
 a punta de besos.

-me tengo que ir-
te dije,
 al separarme de tu lengua
 que  invadía mi boca.

-Tengo que irme-
 repetía  en mi mente

pero  la lluvia no dejaba de caer afuera
y tú de lloverme dentro.

Nos empapamos sin salir de casa.

Cuando salimos
 la lluvia disimulaba sus pasos
en vano;

había dejado restos de humedad
por todas partes,
en tus labios y los míos
en la calle y en tu espalda
en tu sonrisa satisfecha
y en los cristales del taxi
al que le hiciste la parada.

Restos de tu aroma
 venían deshojándose
 de mi cuerpo.

Cuidé mis pasos
y el sonido de las llaves
de mi casa;
en vano, también

porque la lluvia
escuchó tu último aliento
entre mis piernas

y me persiguió…

hasta lloverme los ojos.


viernes, 15 de julio de 2011

Andén número cinco

Mis pasos caían agitados
chocando contra los pasillos
del andén número cinco,
fingiendo huir de tu mirada
que me comía los hombros.

¡No te vayas!
-dijiste-
y tu aliento sopló
salpicando mis cabellos
embarrados a mi cuello.

-Callaron-

Cayeron mis párpados.

¿El siguiente paso?
Sus
            pen
                        di
                                do


giró de repente



y tu mirada avellanaba
clavada en mi garganta.

jueves, 14 de julio de 2011

Me baño sola

Las gotas caen como manos vacías de ti.
me baño con tu húmeda ausencia
que no seca
verde que permanece.

Dónde estará el pétalo disecado
-de la rosa añorada-
que envuelve lo sólido de tus manos.

 Tus manos, añoradas manos
con diez caballos
a  veces fuertes, a veces mansos
que galopean en las noches
y que trotan por los amaneceres
-de tu mentira existencial a mi lado-,
por los senderos de mi cuerpo.

Dos caballos perdidos  deliciosamente
en el más profundo, oscuro y húmedo de mis senderos,
entran trotando
después, enloquecen
no encuentran salida
y cuando la hallan
vuelven a entrar con más furia
galopando
entran y salen

han enloquecido.

Y cuando llovizna,
la sobriedad les llovizna a ellos
de las patas hasta la cabellera
negra y espesa
llueve,
llueve len ta  y  lar
                                 ga
                                    men
                                               te.

Ya mojados
se resignan a salir.