Mis pasos caían agitados
chocando contra los pasillos
del andén número cinco,
fingiendo huir de tu mirada
que me comía los hombros.
¡No te vayas!
-dijiste-
y tu aliento sopló
salpicando mis cabellos
embarrados a mi cuello.
-Callaron-
Cayeron mis párpados.
¿El siguiente paso?
Sus
pen
di
do
giró de repente
y tu mirada avellanaba
clavada en mi garganta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario